Resulta incomprensible que en un evento supuestamente destinado a celebrar el aniversario de nuestro pueblo, se exija un pago que deja a muchos al borde de la exclusión.

El miércoles, día de apertura de la fiesta, la entrada tendrá un costo exorbitante de 2000 pesos. ¿Cómo se justifica este precio desproporcionado para un evento que debería ser accesible para todos los vallistos? La anticipada, a 1000 pesos, no ofrece alivio significativo, especialmente para aquellos que luchan día a día para llegar a fin de mes. Y para los jubilados, un sector de la comunidad que merece ser honrado y respetado, el costo es aún más incomprensible: 1000 pesos por el día miércoles.

Pero la sorpresa no termina aquí. Para el día sábado, la entrada alcanza la estratosférica suma de 5000 pesos. ¿Es esto realmente una celebración para el pueblo, o más bien un espectáculo exclusivo reservado para unos pocos privilegiados? Incluso la anticipada, a 3000 pesos, sigue siendo prohibitiva para muchos. Los jubilados, que han contribuido con su esfuerzo y dedicación a la construcción de nuestro pueblo, son relegados a un papel secundario, con una entrada de 2500 pesos.

Lo más preocupante de todo esto es la falta de sensibilidad y empatía por parte de las autoridades municipales. ¿Cómo pueden justificar el cobro de estas tarifas astronómicas en un momento en que tantos de nuestros conciudadanos luchan por llegar a fin de mes? ¿Acaso han olvidado que la fiesta del valle se financia con el dinero de los impuestos, es decir, con el dinero de la misma gente a la que ahora se le exige pagar nuevamente para participar en la celebración?

Es una vergüenza total y un insulto a la dignidad de nuestros ciudadanos. Mientras algunos consejales se proclaman defensores del pueblo, aprueban sin reservas medidas que solo profundizan la brecha entre los privilegiados y los desfavorecidos. Es hora de que todos los líderes municipales se enfrenten a la realidad: la comunidad está harta de ser tratada como una fuente ilimitada de ingresos, mientras se ignoran sus necesidades más básicas.

La Fiesta del Valle debería ser un momento de unidad y celebración para todos los vallistos, no un recordatorio doloroso de las desigualdades que persisten en nuestra sociedad. Es hora de que el Intendente Mario Riveros y sus colegas del concejo tomen conciencia de la responsabilidad que tienen con su pueblo, y tomen medidas concretas para rectificar esta injusticia. El pueblo merece respeto y dignidad, no solo en palabras, sino también en acciones concretas y políticas justas.