A partir de los 50 años, comienza un descenso de la masa ósea, más pronunciado en las mujeres que en los hombres, producto de las alteraciones hormonales (pérdida de estrógenos) de la menopausia.
Algo similar ocurre en el sistema muscular, en donde el menor consumo de proteínas, la menor actividad física, niveles inadecuados de vitamina D y alteraciones hormonales son algunas de las causas del deterioro muscular que acompañan al cuadro anterior. Hueso y músculo tienen una estrecha relación y el deterioro de alguno de ellos impacta en el otro.
La vitamina D cumple un rol importante porque protege la fragilidad ósea y muscular, sobre todo, del adulto mayor, promueve la absorción de calcio, pero es infrecuente en la dieta, salvo en alimentos con suplementos. Su producción natural ocurre al exponerse al sol durante el mediodía, cuando es más riesgoso para la piel. Por ello, se sugiere hacerlo sin protección solo en horarios seguros, a media mañana o a la tarde, no más de 15 minutos. Lo ideal es descubrir el abdomen, la espalda y proteger la cara.
La mitad de las mujeres mayores de 50 años sufrirá una fractura osteoporótica (muñeca, cadera y/o columna) en algún momento de su vida. En el caso de los hombres, será 1 cada cinco.
En la Argentina, hay un promedio anual de 34 mil fracturas de cadera por año en personas mayores 50 años, es decir, 90 por día, con una relación aproximada de 3 mujeres por cada hombre. Valores que se duplicarán hacia 2050.
Las fracturas vertebrales, en tanto, afectan al 10% de las mujeres entre 50 y 59 años, y al 14% de las que tienen entre 60 y 69 años.
Entre el 30 y el 50 % de las fracturas vertebrales son asintomáticas. Las personas que ya padecieron una corren mayor riesgo de experimentar otra, incluso de cadera. Las consecuencias clínicas de las fracturas vertebrales son dolor de espalda, curvatura de la columna que altera de la imagen corporal y en casos con mucho dolor el sueño, disminución de la talla, mala calidad de vida y depresión.
Además de los descriptos, otros factores de riesgo asociados son el padecer enfermedades neurológicas y trastornos cognitivos que predisponen a caídas. También el haber tenido fracturas previas, antecedentes familiares de fracturas, baja ingesta proteica y de alimentos que contengan calcio, y consumo de psicofármacos, exceso de alcohol y drogas que afecten el hueso como, por ejemplo, los corticoides.
En las edades tempranas, están en riesgo las personas que han sufrido algún problema de alimentación, mujeres muy flacas, que han hecho régimen toda su vida o aquellas con trastornos como la anorexia nerviosa.
Ante una fractura ósea, ya sea de muñeca, vertebra, húmero o cadera, hay que descartar la presencia de osteoporosis. La densitometría de columna y cadera permite investigar en pocos minutos el estatus óseo para luego tomar medidas preventivas o iniciar tratamientos para osteopenia u osteoporosis.
La pérdida de masa muscular (también conocida como sarcopenia) aumenta el riesgo de caídas y fracturas osteoporóticas. Se diagnostica midiendo la masa y función muscular.
La actividad física es importante para el hueso y para el músculo. Los ejercicios aeróbicos y de equilibrio aportan bienestar a ambos. Caminar, andar en bicicleta, bailar, nadar, hacer yoga o el que resulte más divertido es preferible frente al sedentarismo.
Los tratamientos para la osteoporosis son muy efectivos y disminuyen entre el 34 y 70% la incidencia de nuevas fracturas, mientras que aquellos para sarcopenia apuntan a mejorar la ingesta de proteínas, la actividad física y normalizar los niveles de vitamina D para fortalecer el músculo y disminuir las caídas que impactan negativamente en el hueso frágil.
Los huesos necesitan incorporar calcio, presente en lácteos, acelga, espinaca, brócoli, frutos secos y tofu, entre otros. También, alimentos proteicos. Las proteínas son indispensables para que los músculos se mantengan en buen estado.
La adolescencia es la etapa ideal para prevenir la osteoporosis ya que la masa ósea que no se obtiene durante esa época, no se recupera.
Telam