Seguramente aquellos de los 54 mil privilegiados que estuvieron en Brandsen 805 no se olvidarán nunca de ese final tenso, teñido de la pasión que solo puede dar el fútbol, con el corazón en la Boca y la cabeza en Avellaneda.
Pero más allá de valorar la mano del rival de siempre, después se lo recordó en los cantos a la hora del festejo. Es que el folklore del fútbol argentino no sabe de "agradecimientos" a la hora de las rivalidades clásicas.
Los últimos minutos fueron para que no aguantara ningún corazón, se sufría en los dos lados, el hincha "xeneize" festejaba el penal que contenía Franco Armani y cada atajada del arquero de la selección era festejada como propia.
Es que al empate de Borja que ponía las cosas 1 a 1 en el Cilindro de Avellaneda, al minuto viene la igualdad de Independiente desde la cabeza de Javier Vallejo ante un error de Agustín Rossi que demostró que a veces puede fallar.
Y después vino el penal que desaprovechó Jonathan Galván y en el final el gol del colombiano Borja, aquel que alguna vez Juan Román Riquelme quiso contratar.
Y llego el pitazo final de Darío Hererra junto al de Pablo Echevarria y el desborde de Hugo Ibarra junto a todo el banco de suplentes, que era el deshago de un final para la historia.
Y en el medio de la euforia llegó el "Riquelme, Riquelme". Román, con su mate de siempre observaba desde uno de los palcos junto a su hermano.
Ya los jugadores eran hinchas con gorro y bombo mientras los auxiliares sacaban ambos arcos para que se desplegara en manos del plantel una bandera que lo decía todo: "Boca es grande por su gente". Y la Bombonera latía más que nunca.
La fiesta había comenzado temprano mucho antes de las 13.30 cuando se abrió la Bombonera, ya cuando miles de hinchas estaban deambulando por la República de la Boca.
Apenas asomó el sol entremezclado por las nubes, se veían a simpatizantes con todo lo que sea azul y oro. Todo servía para mostrar su amor boquense.
La calle Irala cortada como siempre por los hinchas, a metros de uno de los ingresos del estadio, era el lugar adecuado para compartir un "chori", una cerveza, un canto. Todo tenía gusto a fiesta y todo era alegría.
El hincha venía confiado, apoyado en la historia. Cuatro veces el "xeneize" ya se había consagrado campeón ante Independiente.
La primera fue el 8 de diciembre de 1940, en el año de la inauguración del Templo, cuando aquel equipo que tenía a Jaime Sarlanga como figura le ganaba 5 a 2 al Independiente de Vicente "Capote" De La Mata, Antonio Sastre y Arsenio Erico.
La segunda, en 1998 cuando gana el Apertura con el empate sin goles en La Bombonera, fue el primer título de Carlos Bianchi.
Al otro año nuevamente repite el "Virrey" aunque Boca cayó por 4 a 0, porque su escolta River perdió ante Racing 3 a 2.
Y la última previa a la de hoy, fue en 2006 con la dirección técnica de Alfio Basile, en la victoria en Avellaneda por 2 a 0 por el torneo Clausura, con goles de Martín Palermo y Rodrigo Palacio.
Los primeros que ingresaron veían las banderas de siempre y una, la principal, que se extendía a lo largo de todo los palcos ubicados en la calle Del Valle Iberlucea, que reflejaba el sentimiento del hincha en este encuentro decisivo: "Boca contra todos, todos contra Boca".
A las 16 un estadio con muy pocos lugares recibía el precalentamiento de ambos equipos con los clásicos silbidos para los visitantes y el "para ser campeón, hoy hay que ganar", para los dirigidos por Hugo Ibarra.
Después llegó el turno de la voz del estadio y cuando nombró al entrenador "Rojo" Julio César Falcioni hubo un aplauso cerrado como reconocimiento a aquel título obtenido en el torneo Apertura 2011.
En Boca, Agustín Rossi, Alan Varela y el juvenil goleador Luca Langoni se llevaron las mayores ovaciones.
Y llegó el momento esperado con la salida de los dos equipos y el recibimiento "a lo Boca" de las 54 mil almas que se multiplicaban en los gritos, en el saludo de los capitaneados por Guillermo "Pol" Fernandez, el "dale Boca dale" rebotaba como para llegar al cielo.
Y en el partido, los gritos y los silencios se intercambiaban en el aire hasta que llegó el gol de penal de Leandro Fernandez y la Bombonera alentaba más que nunca.
Duro dos minutos la alegría de la Avellaneda "roja" porque "Pol" metió la cabeza a un tiro libre de Óscar Romero y puso el 1 a 1. Tembló la Boca y se silenció media Avellaneda, la celeste y blanca.
Después entró Sebastián Villa, siempre el as en la manga de Hugo Ibarra, y puso el 2 a 1 de tiro libre cuando parecía que todo terminaba.
Pero "alguien" quería que esta tarde estuviera en el recuerdo para siempre de los que estaban en la Bombonera y llegó el empate de River, el gol de Independiente, luego el penal atajado por Armani y el tanto de Borja, y detrás el delirio de la "12".
Boca se consagró campeón de la Liga Profesional esta tarde al empatar 2 a 2 ante Independiente. Eso dirá la fría estadística. La historia marcará que fue un final tan inesperado, tan de película de ciencia ficción, como que los de Boca festejaron una victoria de River.
Télam