Aunque fue el papado más breve de la era moderna, no ostenta el récord del más corto de la historia. Albino Luciani, tal era su nombre, falleció a los 65 años por un infarto agudo de miocardio, según informó entonces el Vaticano.
Su repentina muerte conmocionó al mundo e impulsó una ola de teorías conspirativas, alimentadas por la decisión de no realizarle una autopsia. Décadas más tarde, una investigación archivística presentada en 2017 descartó las hipótesis de envenenamiento y confirmó la versión oficial de su fallecimiento natural.
A pesar del corto tiempo que ocupó el trono de San Pedro, Juan Pablo I dejó una huella indeleble. Se ganó el apodo de “el Papa de la sonrisa” por su carácter afable, su humildad y su estilo pastoral cercano al pueblo. Fue también el primer pontífice en la historia en elegir un nombre doble, en homenaje a Juan XXIII y Pablo VI, lo que simbolizaba la continuidad de sus líneas pastorales y espirituales.
Sin embargo, no fue el Papa con el reinado más breve. Ese lugar en los registros vaticanos lo ocupa Esteban II, quien murió apenas tres días después de su elección en el año 752, antes de su consagración como obispo de Roma. Por ese motivo, en algunos listados ni siquiera figura oficialmente como pontífice.
Otros papas con reinados extremadamente breves fueron:
Urbano VII (1590): 13 días
Bonifacio VI (896): 15 días
Marcelo II (1555): 22 días
León XI (1605): 26 días
El caso de Juan Pablo I permanece en la memoria colectiva no solo por su sorpresiva muerte, sino por el aura de ternura y esperanza que imprimió en su breve gestión. En un tiempo convulsionado para la Iglesia y el mundo, su figura sigue evocando un ideal de sencillez y bondad pastoral.